jueves, 12 de julio de 2012

Así somos, así nos va

Aaaaay, pobrecitos de nosotros, aaaay, la crisis, aaaaaaaaaay, qué mal estoy, aaay, ¡mimimi, yoyoyo!Mi conciencia está tranquila porque ya doy dos euros en la ong "ayuda a una patata", y eso si los doy, porque seguro que es la primera que me ha venido a la mente para que me dejes en paz y me dejes seguir comprando en Agrolfo Domingas, Hierro y Pedernal, Chané y Pepita Topitos. ¡Y con toda mi familia en el paro dependiendo sólo de mi!!¡Aaaaay, pobrecito yo, aaaaay!¡Vivimos tooooooda la familia de 873648298 miembros de un subsidio de 400 euros!Claro, que tú no sabes qué es eso, sólo lo sé yoyoyoyoyoyoyo. Como sales cada día, nueva, de debajo de un adoquín de esta calle, y eres tan joven, que nunca te has tenido que ganar la vida, claro, no sabes lo que es. ¡Ya se te abrirán los ojos, ya!Porque yo soy madre, y se me rompe el corazón al ver a esos niños, sólo de imaginar que son mis hijos, y que soy yo esa madre que lo sostiene...pero claro, ¡la crisis!Perdona, te dejo, que tengo mucha, mucha prisa, que me cierran las tiendas y tengo que encontrar una camiseta con colas de zorro ártico y plumas de pavo real, repujada con cristales de Suarosqui.

¡Buenos días!NO.
¡Hola!¿Nos conoces?No me INTERESA (Elipsis: "que la gente pase hambre y que mueran a paladas para que yo siga manteniendo mi tren de vida, yendo de rebajitas y dándome el caprichito de comprar esa ropa tan barata hecha con mano de obra explotada". ¡Ay!La crisis)

Por cierto, me encanta la labor que hacéis, en serio, pero paso de colaborar con vosotros, si es que me encantaría, pero no puedo, con esos seis, diez, quince euros me puedo comprar un lacito para el pelito, unos calzoncillos de Macedonia, o cualquier cosa que no necesito. Por cierto, encontré un jersey por cuarenta euros, de oferta, ¿a que está baratísimo?Pero no, no puedo aportar una mensualidad. Yo, si me acuerdo y me sale del nabo, dejo una propina en algún número de cuenta triste, para quedar estupendamente con las amistades y sentirme feliz por ser tan bueno. O quizás esté apuntado ya a choporrocientas (veinte, o así). Hasta puede que deje escapar una lagrimilla de emoción, al pensar en lo generoso que soy. No me importa si ese dinero sirve para algo, lo importante es que YO he hecho mi aportación al mundo, y no espero que se me recuerde por ello, ¡por favor!¡Que soy muy humilde y honesto!

¿Sabes lo mejor?Que me puedo reír en tu puta cara, mentirte y vacilarte, y marcharme tan satisfecho conmigo mismo, por ser tan jodidamente ocurrente, graciosillo de tres al cuarto, y animal. Porque la humanidad que me hacía persona hace ya tiempo que la usé como papel higiénico.

lunes, 17 de octubre de 2011

Estas son las mañanitas...

Esta mañana, hallándome yo en las regiones más lejanas de los reinos de los sueños, feliz, en un acantilado de roca blanca abocado al mar más azul que he visto nunca, he sido catapultada de vuelta a la realidad por acto y gracia del fontanero. Dicho de otro modo: estando yo en un paraje idílico, alguien tuvo a bien poner una catapulta por ahí, y lanzarme con muy poca consideración sobre mis deudas y mi paro.

Tardo un rato en llegar, porque no es cuestión de ponerse a trotar en bolas hasta la puerta en una casa llena de gañanes dominados por las hormonas. Juventud, divino tesoro. Muy considerado por parte del fontanero no ponerse insistente con el botoncito de llamada, al contrario que los soplapollas de los colegorros de esos entes con los que comparto vivienda, quienes sudan bastante de si estoy durmiendo, follando, o rascándome el culo. “Joé, siempre abro yo la puerta”, tiene a bien decirme de tanto en cuando uno de los niños con los que vivo. Es que te diré, tontico, que siempre llaman tus colegas y yo no soy tu portera. Al menos, no he visto ni en pintura mi sueldo como tal.

Al fin, el fontanero llega hasta la puerta, mientras yo intento, sorteando cajas de herramientas,
y al fontanero que ha decidido dejar huella zapatera y guarra sobre una de las dos sillas que hay en la cocina, hacerme el desayuno. “¿Vas a necesitar el agua? Porque tenemos que cortarla, claro”. Bueno, voy a hacer el pis matutino. Le comunico al fontanero que mi operación de evacuación líquida ha sido un éxito y que ya puede cortar el agua. No estoy acostumbrada a tratar con extraños que no hayan estudiado medicina la naturaleza de mis micciones, pero igual a éste debería haberle dado más detalles.

Pongo la leche en el micro, la tostada en el tostador, hago acopio de los enseres de desayuno sobre la mesa, junto a un poco de paciencia, ya que tras la intervención de semejante ser elegante y sutil volveré a tener un grifo de agua caliente operativo. Mientras espero a lo uno y lo otro, me dice que si puede usar el enchufe...ah, no, está el microondas. Y este...tampoco, vaya. “Hay un enchufe justo en la entrada”, y ahí que se va. Maldita la hora, enchufa la radial, y junto al ruido infernal se me viene una nube de polvillo blanco (de cal, puntualizo) sobre mi sueño, mi hambre, y mis gruñidos de disgusto matinales. Paciencia, mujer, todo sea por el grifo.

El fontanero mete la cabeza por el agujero, mira y remira, comenta la jugada con el ayudante que se trajo. Yo me pongo a untar la quinta tostada (las otras cuatro se me quemaron con tanto entretenimiento a mi alrededor), mientras me pregunto qué gustillo tendrá la cal, y si mejor omito la mermelada, puesto que ya me viene aderezada la dichosa tostadita. Y entre brumas, oigo la frase: “Pues vaya, pensé que las tuberías vendrían por el techo, pero parece que van por el suelo, y eso sí va a ser una buena obra”. No sé por qué, pero me dio que no se refería a salvar a las ballenas.

En resumen: madrugón del malo, desayuno de mierda, un agujero en el techo, y encima la amenaza de que me quedaré sin cocina durante a saber cuánto tiempo. Todo eso unido a los robos de comida por parte de mamones hijos de puta que comparten piso y de los que vienen de visita, la montaña de basura que generan y que no tienen huevos a bajar (para qué, si escondida en el balcón del tendedero no se ve), los platos y enseres variopintos que usan para “cocinar” y que dejan sin limpiar porque les sale del nabo y/o quieren joderme la vida, la guarrez en la que está sumido el pobre salón de casa que ellos dicen que limpiarán, negándose en rotundo a que yo lo haga (y ahí sigue la mierda, tan a gustito), y la mentalidad pueril de la que hacen gala, hace que esté hasta el moño. Menos mal que hay cosas que aún merecen la pena...

miércoles, 12 de octubre de 2011

Feliz día, hispanos e hispanas del mundo

Hoy me desperté con las tripas un poco revueltas, sin saber muy bien porqué. Tate: es el día de la fiesta nacional. El día que, sin remordimiento ninguno, se gastan miles de euros (por decir una cantidad no hiriente en exceso) en movilizar a los militares para lucir palmito. “Mirad qué tanques, qué aviones”. Sin embargo, si alguien se pone a chulear de inteligencia, de genialidad, de inventiva (que es gratis), no sé porqué no es lo mismo. Y mira que escasean.

Dicen que se celebra la unión entre los dos mundos (¿No hay más? ¿Seguro?), España y América. ¿Unión? Estamos de guasa, ¿no? Hay que tenerlos muy bien puestos para llamar unión a un tiempo de sometimiento y esclavitud, de falta de respeto y robos, de violaciones y asesinatos en toda regla. Si alguien entrara en mi casa y me dijera "hola, no me conoces, pero vengo a llevarme todo lo que tienes y, a cambio, te mostraré que tu modo de vivir es una mierda, y te enseñaré cómo se hace bien", lo mínimo que se lleva a la boca es una patada voladora. Si España tuviera vergüenza (no parece ser lo que más nos caracteriza), este día, como día en que se celebra la unión entre nuestros pueblos, debería organizar una gran merendola para españoles y latinoamericanos, con charlas sobre el camino que hemos hecho (que no sometiendo ni sometidos), sobre los logros intelectuales de unos y otros, sobre los problemas políticos, económicos y sociales que a ambos nos acechan, sobre nuestro sentir, nuestros colores, distintos pero iguales, nuestras culturas y sus manifestaciones en el arte y el pensamiento, nuestro futuro. Tenemos mucho que compartir, mucho de que hablar, y una de las cosas que nos une es, precisamente, el gusto que todos nosotros tenemos por las charlas entre amigos.

Métete tus avioncitos y tus tanques por el culo, España, porque no representan mi sentir, y me haces sentir avergonzada, y furiosa. Toma todos esos miles de euros y gástalos en botes de nocilla y pan de molde, jamón y queso, unos ganchitos (que no falten), platos típicos de todas las nacionalidades, y zumo de naranja y un buen vino (de los que tanto nos vanagloriamos) para regar tanta alegría. Porque no comprendo que se llame “celebración” a un despliegue de armamento sin sentido y bochornoso, y además un gasto del erario público que se necesita de modo urgente en otras muchas cosas.

Pero no, si los médicos están operando gratis a los pacientes, si la educación hace a nuestros vástagos idiotas, si una tiene que hacer turnos de doce horas porque no hay dinero para contratar a otro (y eso si se es la afortunada “una” que gana un sueldo), y un suma y sigue que metemos bajo el calificativo simplista de “crisis” (porque nos han enseñado bien); el Gobierno encantado de la vida. Llegará el día en que tiraremos abajo las puertas de todas y cada una de las sedes del Gobierno, y ese día nos la sudará todo, porque nos moverá una auténtica y absoluta desesperación. Ojalá no lleguemos a ese día. Ojalá que no sea la desesperación la que nos dé la razón.

Así las cosas, cómo no se me iban a revolver las entrañas. Todos necesitamos una fiesta de vez en cuando, pero cuando la fiesta es morbosa, toma carices violentos, y te obliga a participar porque naciste donde naciste, yo me cambio de nacionalidad. Ah, no...que está todo el mundo igual (o peor, si cabe). Bueno, más vale conocido...Quizás sea eso, en el fondo, lo que estamos celebrando.

viernes, 7 de octubre de 2011

Háblame bien, joder, que no cuesta nada y quedas de puta madre

Me maravilla la capacidad de algunas personas para amargarse la vida y amargársela, de paso, a los que le rodean. ¿A qué responde esa necesidad de joder?¿Es condición humana o simplemente fruto de una educación terrible? Si se tratara de esta última opción, mejor vamos haciendo las maletas, porque con el plan Bolonia famoso, estamos condenados a que, dentro de unos años, nos limpien el culo grandísimos hijos de Satán.

Y es que soy de esa generación de idiotas que piensan que la cultura no sólo te sirve para colgarte unas gafas de pasta del picaporte facial y chulear a los colegas, mientras uno piensa en su fuero interno que está rodeado de nulidades intelectuales.

Soy de esa generación de idiotas que piensa que la cultura, y una buena educación ligada a su adquisición, elimina total y absolutamente la posibilidad de menospreciar a los que nos rodean, ya sea mediante la discriminación de cualquier tipo o el simple y llano desprecio por el otro, como igual. Leer, viajar, socializar con desconocidos y amigos, ponerse siempre en el lugar del otro antes de abrir la boca y soltar alguna perla que sólo pone de manifiesto la propia estulticia, perla celebrada por gañanes y paletas que siempre les rodean, en consonancia con cualquier sujeto afín que haya aparecido en algún programa-gallinero en los últimos meses.

Soy, insisto, de esa generación de idiotas que piensan que hablando se encuentra ese punto en común que nos une a pesar de nuestras diferencias. De esos que pensamos que hablar no consiste en proferir “grandes verdades”, ni simplemente cacarear lo primero que se le viene a uno a la cabeza, de buenos o malos modos, para añadir después (encima) que es que se es muy sincero, y que se odia profundamente la hipocresía. Que lo mejor es decir las cosas a la cara. Como vanagloriándose de algún tipo de valentía por ello. Valientes cabrones, más bien.

Si se habla, pues se habla bien. Y de lo que no se puede hablar, más vale callar. No entiendo bien porqué la necesidad de proferir todo lo que uno piensa, sobre todo si no es para una mejor comprensión de uno mismo y del otro. Y del otro. El silencio usado como arma deja en una posición patética a quien lo esgrime. Favorece que a uno le venga la imagen de ese sujeto cubierto de pelo, con la mandíbula inferior sobresaliendo considerablemente y dando saltos encorvado, mientras intenta descubrir para qué sirve un palito.

Porque la comunicación es importante. Como intercambio cultural, como acercamiento de posiciones, como interés por el otro y por uno mismo (parte, esta última, que se olvida con una facilidad pasmosa), como forma de darnos a entender, de compartir nuestros intereses o inquietudes. Como lo que sea, pero siempre dentro del respeto por el otro, la búsqueda de la comprensión mutua, movidos por el interés de aprender, de crecer, de conocer a quien tenemos delante. Aunque sólo sea para poner de manifiesto la igualdad entre ambos con el diálogo, y asegurarnos (obviando a sociópatas y demás) de que le costará más no considerarnos humanos, de que le costará más jodernos de algún modo. Sí, soy de esas idiotas. Y así nos va.

jueves, 6 de octubre de 2011

Steve Jobs muere

Hoy la noticia es Steve Jobs. He tenido que mirar si realmente se escribía así. Vivo desconectada y al margen de las nuevas tecnologías, y no por gusto, sino porque todas esas cosas cuestan un potosí. De vez en cuando me pongo al día, pero no me gusta hacerlo mucho, porque me pongo a babear como un salido delante de un buen par de tetas, y después me queda dentro esa desazón y el vacío de saber que existen cosas que jamás veré. Cosas que merecen la pena, seguro.

De cualquier modo, supongamos que sí vivo al tanto de las nuevas tecnologías, y que ya he dejado dicho en mi tienda habitual que me avisen en cuanto llegue el iPhone 5, so pena de rellenarles con silicona las cerraduras del local (amenaza implícita, que si no, es delito). Pongamos, ya que estamos poniéndonos tanto, que en el trabajo saben que en el momento que salga al mercado, mis veinte minutos del café igual se convierten en una hora, y que no me despedirán por ello, porque mi jefe se lo habrá comprando antes que nadie.

Y ahora que estamos situados, a ver si alguien me explica cómo es posible hablar del artífice de tanta tecnología, por muy buena que esta sea, como si se tratara de nuestro mejor amigo, un colega de cañas, un confidente. Lo que sea. Se nos muere la abuela y tiramos el dolor para adentro. Se muere Steve Jobs, y si a alguien se la sopla, se lo comen a uno a dentelladas. Y antes de que alguien muerda, vamos a explicar mi indiferencia. Nótese que no añadí "total" a la palabra "indiferencia". Una tiene su corazoncito, y todas mis amistades están tan compungidas...Incluso aquellas que sé de buena tinta tienen dificultades para encontrar el botón de encendido de cualquier producto electrónico. En fin.

Este despliegue de luto público me parece morboso y fuera de lugar. Y más a sabiendas de que Steve, nuestro amigo Steve, jamás fue tal. La gente le llora como si hubiera vivido fatal. Como si aquellos inventos que nos trajo hubieran sido exclusivamente por el bien de la humanidad. Y como si nadie, jamás, nunca, pudiera volver a hacer lo mismo. Estoy segurísima de que hay unos cuantos por Silicon Valley capaces de hacer eso y más. Estoy segura de en el mundo habrá unos cuantos cientos. Pero como no ganan lo suficiente, no les conocen ni en su casa la hora de comer. A ver quién les llora, sino su gato.

En resumen: que sí, que es una penica, que este hombre hizo grandes cosas, pero nos estamos pasando. El luto por hacerse el guay me repele, y más usado como puente de hermanamiento entre seres humanos. El luto no es una herramienta, es una putada. Y esta muerte, por mucho que nos joda, no nos va a afectar en absoluto. Pretender que sí son ganas de amargarse la vida, a uno mismo, y a los demás, porque quien se une al pésame, está jodido, y quien no, está jodido por “insensible”. ¿Insensible? ¿Por no amargarme con la muerte de un desconocido? Si por alguna muerte me preocupo y me amargo, es por las masacres de las guerras varias, la violencia gratuita, y los variopintos asesinatos que se comenten sin saberse muy bien porqué. Y cuando se tercie, toco madera, por las que se produzcan en mi círculo. Y creedme cuando digo que no lo voy a ir publicando en facebook.

Yo seguiré sin saber cómo pago el alquiler, buscando trabajo como una estúpida (añado tan elegante apelativo porque sé de buena tinta que nada más atravieso el umbral hacia la calle, mi cv sirve como sustitutivo rasposo del papel de váter), quedando con mis amigos y diciendo con el mismo tono los domingos "sí, mamá". Descansa en paz, Steve Jobs, y a ver si nuestra moralina borreguil de tres al cuarto se va contigo para no volver.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Políticos anfetamínicos

A mí, si alguien me roba, no le doy ni la hora. Sería de idiotas darle la oportunidad de repetir. Si le digo a alguien algo importante, y se lo pasa por el forro, ya sé que no me tiene en cuenta, que no le importo, y sé que no debo volver a decirle nada, y mucho menos pedirle nada. Sería estúpido por mi parte, una tendencia a un masoquismo enfermizo y peligroso.

Sin embargo, seguimos echando papeletas con nombres de personas así en las urnas. Lo hacemos por una especie de dependencia psicológica, como si los políticos fueran anfetas y nosotros yonquis. Y todo por no pararnos a pensar cómo sería la vida sin esa dependencia. Todo por no molestarnos en desintoxicarnos de toda esta mierda que se nos vino y se sigue viniendo encima. Parece que no nos fiamos de nuestras propias fuerzas y capacidades. Quizás estamos tan acostumbrados a ver cómo el poder corrompe hasta la médula, que no queremos vernos así. Cuando a alguien le das poder, siempre quiere más, y lo sabemos. Por eso nos da miedo quitarnos de encima el yugo de nuestra dependencia y empezar a ser dueños de nuestras vidas.

Y conste que ésta es una explicación que nos exculpa, en cierto modo. Una explicación que no se molesta en tomar las riendas de su vida. Sin fuerza de voluntad, sin ganas de mejorar, crecer. Yo creo que somos mejores que eso. Creo que somos capaces de hacer algo más que encogernos de hombros, de delegar en quien ha demostrado que no se merece la responsabilidad que ello conlleva. Creo que sabemos que se acerca el momento de dejar de dar un infinito de oportunidades a quien no se las merece. Por qué si a nosotros nos despiden cuando hacemos algo mal no hacemos nosotros lo mismo con nuestros políticos.

Pensad en eso cuando veáis en la tv a vuestro candidato favorito. Y pensadlo también cuando votéis. Y después de pensarlo bien, haced lo que creáis mejor para vosotros y todos los que os rodean. Porque una cosa es que no hagan creer que no pintamos nada, y otra muy distinta que no pintemos nada.